miércoles, 27 de agosto de 2008

Casualidad o Causalidad

¡¡¡Semana de puente!!! Miércoles festivo, por lo que toca jugar con los primeros o los últimos días de la semana para hacer una Semana Santa invernal. Mi jefa decide primero y se ha quedado con la segunda mitad   de semana para abandonar a sus hijos. Se va unos días a Miami con sus amigas. Cosas del instinto maternal, ¿no? Otro día profundizaré más, pero mi jefa es capaz de hacer complejos encajes de bolillos para no pasar tiempo con sus críos.
Mi festivo no transcurriría tan lejos. El Convenio nos permite irnos a las 15.30 antes de un festivo, por lo que me había asignado algunas tareas para esa tarde. En Madrid, para que quede claro.

Martes. Previo al festivo.

Madrugué para aprovechar el día. Curré un huevo, y cuando ya tocaba la hora de salida con la punta de los dedos, mi jefa preguntó si nos importaba tener una reunión por la tarde. ¿¿¿Qué si me importaba??? ¡¡¡Pues claro que sí!!! ¡¡¡Que me jodes mi tiempo libre!!!
Mis compañeros, empezando por Críspulo, callaron como putas. Y yo, pringao como siempre, me callé porque en mi situación no puedo ser polémico. Así que mi jefa, encantadísima de conocerse, nos convocó de 5 a 6 de la tarde. Su improvisación me impidió ir a ver una obra que tengo en curso. Como cuando llegase ya se habrían ido los albañiles, no pintaba nada allí.
Pasé la tarde en el curro rezumando mala hostia y acordándome de mi jefa y ancestros. Porque no penséis que la reunión era  importante, no. Era una reunión “de departamento”, una estupidez que se convoca de vez en cuando para contarnos como van las cosas. Y claro, estos temas son mucho más interesantes fuera del horario laboral…

Miércoles

¡¡¡Al fin festivo!!! Duermo feliz y calentito. Algo suena. Parece mi móvil. Abro el ojo y compruebo que es de noche. Joder... cuando llaman a esas horas no es para nada bueno. Me levanto corriendo y cuando llego el teléfono ha dejado de sonar. Número desconocido. Deduzco que se han equivocado, pero por si acaso me llevo el móvil a la habitación. Suena otra vez. Y no, no se han equivocado. Es la vecina de debajo de la obra. Se la está inundando el piso y está sin luz. Caguen tó… Lleno de legañas me visto como puedo y salgo corriendo para allá. En el baño, un grifo chorrea sobre el suelo. Cierro el agua y bajo al piso de abajo. A la luz de las velas veo la chapuza. Y encima tengo que sonreír a la vecina y su hija, que tienen más ganas de lincharme que de abrazarme. Manda huevos.
A base de teléfono y buenas palabras consigo medio arreglarlo, pero he entrado con mal pie en la comunidad. Fijo que ya no voy a ser el vecino del año. Y mientras tanto mi jefa en Miami, tomando cubatas en la playa y mirando el paquete a algún negrazo.

¿Pero esto es casualidad o causalidad? Porque si es por casualidad, igual me toca la Lotería para compensar. No tiene pinta, la verdad. Demasiadas reuniones fuera de hora y pocas loterías. Será, entonces, causalidad. 

Pero, ¿a qué me refiero con causalidad? La causalidad dice que cuando tenemos el suceso A también aparece el suceso B, por lo que podemos llegar a la conclusión de que A causó B. Gráficamente sería así:

[A => B].  En mi caso, la idea es que si tengo la tarde libre, voy a la obra.

Además, el opuesto también debe cumplirse: cuando no hay B, tampoco sucede A. 

[No B => no A]. Si no voy a la obra, es porque no tengo la tarde libre.

Podemos incluso introducir más factores. Empecemos por un factor C.

[A => B =>C]

A) Mi jefa se va de vacaciones al día siguiente => B) Como se va de vacaciones, le importa tres cojones quedarse por la tarde  => C) Convoca una reunión por la tarde que me jode la visita a la obra.

Añadir más elementos lo hace más descriptivo. Sin salirnos de la exactitud matemática, partimos de que mi jefa pasa de sus hijos, y encadenamos con precisión una cadena de acontecimientos. Llegamos a esta estructura:

[A => B => C => D => E => F => G => H =>I]

La detallo:

A) Mi jefa pasa de sus hijos => B) Como pasa de sus hijos, prefiere estar con sus amigas  => C) Mi jefa se va de vacaciones con sus amigas =>  D) Como se va de vacaciones al día siguiente, a mi jefa le importa tres cojones quedarse por la tarde  => E) Como convoca una reunión por la tarde, mi jefa me jode la visita a la obra  => F) Como no visito la obra el grifo gotea toda la noche  => G) El goteo genera una inundación  => H) La inundación me ha jodido el festivo. A mis vecinos también  => I) Como les he jodido la casa y el festivo, mis vecinos me odian.

Así que mis vecinos me odian (punto I) porque mi jefa pasa de sus hijos (punto A). Aplicando la lógica inversa, si mis vecinos me quieren (inversa de I), mi jefa querrá a sus hijos (inversa de A).

Como padre que soy estoy convencido de que mi acción debe dirigirse a que los niños reciban más cariño. Actuaré. Y lo haré apoyado en la evidencia matemática. He decidido invitar a unas cañas a los vecinos afectados por la obra. La demostración de arriba me dice que cuando brindemos mi jefa dejará de mirar el paquete al negro y empezará a pensar en sus hijos. Y que cuando por mi lado lleguemos a los cubatas, por el suyo notará morriña y echará de menos a sus hijos.

Siguiendo con las matemáticas, me resulta triste comprobar que el cariño no es conmutativo. El orden de los factores sí altera el producto. El amor de los hijos es incondicional y no es afectado por el orden. Siempre tiene el mismo valor. Sin embargo el de los padres puede depender de los planes con los amigos. Si hay plan, el cariño de los hijos suma menos.

sábado, 23 de agosto de 2008

Febrero y Orwell



El dinero no da la felicidad pero ayuda a buscarla en lugares más interesantes.



Febrero. Mes de revisiones salariales y bonus. No releo lo que escribo –porque lo borraría-, pero estoy seguro de haber mencionado en algún sitio lo de mi salario. ¿Que no? Pues lo repito. Somos 5 incluyendo a la jefa, y mi sueldo no llega a la mitad que el de cualquiera de mis compañeros. Y me jode. Mucho.

Aquí solo vengo por pasta. Me importan tres cojones las mierdas corporativas, los objetivos estratégicos y las palancas de acción. ¡Ah! y también odio los trepas de escalafón, esos cretinos que tanto daño hacen en cualquier empresa. Por eso y por alguna cosa más que me dejo en el tintero, puedo prometer y prometo que si me toca la primitiva no vuelvo en la puta vida. Hasta entonces, vengo por dinero. Como los demás, pero por menos.

Cuando llegue la reunión de revisión me arderá el estómago mientras sonríen contando que soy muy simpático, y que me aprecian mucho. ¡¡¡Qué cuento más bonito!!! Se me saltarán las lágrimas al visualizar los arco iris y los duendes cogidos de la mano... y luego me acordaré de la verdad. Que mi profesión me gusta, pero oigan, que tengo la mala costumbre de querer pagar mis deudas y tener una vida acorde con la de mis compañeros. Y eso no lo consigo ni con vocación ni con cariño. Y aunque algunos parezcan no saberlo, las tiendas rechazan esos valores como forma de pago. Sólo aceptan dinero. Así que sólo me vale la pasta como retribución. Como a mis compañeros. Como a todos. 

Por eso en Febrero se me infla la vena del cuello. Durante las vacas gordas sólo me subieron el variable -poco, además- y ahora, durante las vacas flacas, ni el fijo ni el variable. El puto trepa enano que repta por el departamento, que no sabe lo que es currar antes de las 10 de la mañana, me dobla con amplitud el salario. También el resto de compañeros. Y cada vez que lo pienso se me pone una mala sangre que pa qué... Va a ser que en el boxeo y en mi oficina, al contrario que en el fútbol, cuanto más malo eres, más cobras.

Que sí, que a lo mejor no merezco ganar lo mismo que ellos, pero la diferencia no puede ser tan grande. Que en los últimos 4 ó 5 años no me he acercado al resto de mis compañeros. Es injusto y me jode que la igualdad en mi departamento sea de tipo orwelliano, con unos son más iguales que otros. 

No me reconcilio con esta realidad. Lucho por cambiarla, pero conociendo los antecedentes, sólo me consuela  saber que Febrero tiene 28 días.