En una galaxia muy, muy lejana, pero que colindaba extrañamente con la ciudad de Pantallazul del Generalísimo, una sombra triangular y siniestra rasgó el cielo. Era el Destructor Estelar I, que había perdido el rumbo tras esquivar un peaje hiperespacial. En el puente, Darth Vader respiraba con su icónica cadencia mecánica.
—Lord Vader, hemos detectado una anomalía en la Fuerza en ese planeta. Es… confusa. No es luz, ni oscuridad. Es como… una terquedad densa.
—Preparen mi lanzadera. Investigaré personalmente — resonó la voz metálica.
Minutos después, Vader descendía entre los escombros. Su presencia helaba la sangre. Avanzó hacia la única fuente de actividad: un chiringo techado con una lona de la Feria de Abril de 2035. Dentro, Manolo, el Cuñado Omega, estaba en plena faena, con una lata de cerveza sintética sudando en la mesa.
—¡Non, non, R2-ESO! ¡Mocedades non se pone a las doce del mediodía! Se pon después de la siesta, que é cuando la música triste calienta el ambiente! ¡Qué mal os enseñan a estos robots!— dijo, dando un trago largo a su cerveza y soltando un eructo suave y satisfecho—. Eso sí que es música.
La puerta de chapa se desintegró con un gesto despectivo de un guantelete negro. Allí, recortado en la entrada, estaba Darth Vader.
—El individuo conocido como Manolo. He sentido tu perturbación en la Fuerza. Es… molesta. Tu existencia desafía la lógica del Imperio. Por tanto, debes ser eliminado— encendió su sable láser, que crujió con un sonido eléctrico amenazador.
Manolo terminó de morder su bocata de panceta transgénica, lo dejó en la mesa, se limpió las manos en el pantalón y cogió su cerveza. Miró a Vader de arriba abajo mientras bebía otro trago.
—Outro tarao. ¿É o día del disfraz, ou qué?— dijo, y eructó con más fuerza esta vez, sin pudor—. Uff, con la panceta… Y dime unha cosa, artista —señaló el casco con la lata de cerveza—. Ese respirar… ¿és asma, o é que levas un respirador de la Seguridad Social? Porque suena a que te han puesto las pilas del Walkman al revés. Un consello: aceite de oliva en las juntas. Lo cura todo.
Vader se quedó inmóvil. Ni siquiera el Consejo Jedi había reaccionado así.
—No es asma. Es un traje de soporte vital que mantiene mi…
—¡Ah, un traje de soporte! ¡Como los de los abuelos, pero en plan friki! —interrumpió Manolo, acercándose y dejando la lata en la mesa—. Mira, te veo y veo un problemón de humedades. Todo ese negro atrae el calor, y con la respiración condensada, se te debe de crear un microclima tropical dentro del chisme. Hueles a… a vaso sifónico del espacio. ¿Non tienes una ventanilla de purgue?
—Mi traje es perfecto. Es el pináculo de la tecnología…
—¿Tecnología? ¡Si parece feito con pezas de una furgoneta de los 80! —Manolo dio un golpecito con los nudillos en el pectoral de Vader. Clang—. ¡Oyes? ¡Chatarra! El Inox é o que vale. Esto se te oxida en dous ciclos de lavado — dijo, y tras otro trago, eructó brevemente—. Perdón, la cerveza está un poco gasiosa. Y el casco… ¿non tienes visera polarizada? Con el sol que fai, te debes de achicharrar la sesera.
Vader sintió un impulso de incredulidad pura. Levantó el sable láser.
—Basta. Tu ignorancia es tan vasta como irritante. Prepárate para…
—Espera, espera, ¿eso é un sable láser? —Manolo se quedó mirando la hoja hecha de energía, cogió su cerveza y dio un sorbo—. ¿Y la empuñadura? Parece un destornillador de cocina de los cutres. Oye, que con ese cacharro non cortas ni el fiambre. Yo tengo una sierra de calar Makita que lle da mil voltas. Y sin pilas, con cable, que é máis fiable.
La mano de Vader, la que sostenía el sable, tembló levemente.
—La hoja de plasma puede cortar cualquier…
—¡Ni plasma, ni plasmo! Eso son tonterías de ciencia ficción —dijo Manolo, haciendo un gesto despectivo y eructando de nuevo, esta vez con una palmada en el pecho—. ¡Uf! Esa panceta… O que corta de verdade é unha boa hoja de aceiro toledano templado en orines de mulo, como dicía mi abuelo. Eso sí que ten duende. Lo tuyo é luz y ruido, como un puti-club cutre.
Vader intentó recuperar el control. Concentró la Fuerza y, con un gesto, levantó un montón de chatarra.
—Observa el poder de la Fuerza, ignorante.
Manolo observó los escombros flotando. Se rascó la barbilla, cogió la lata y la vació de un trago.
—Ah. Telequinesis. Vaya. Mi primo Paco, el de Física y Química (suspensos en ambas), tamén facía eso cuando se ponía nervioso con la play. Lle temblaba la man y volcaba las fichas del dominó sin tocarlas. Lo tuyo é un tic nervioso a lo bestia. Deberías tomarte unha tila, ou un carajillo que eso relaja máis — dijo, mientras abría otra cerveza con un sonido metálico.
Algo en el cerebro cibernético de Darth Vader empezó a sobrecalentarse. La lógica Sith no tenía protocolo para esto.
Manolo vio una luz parpadeante en el cinturón de Vader.
—¡Anda! ¿Eso é unha lucecita de diagnóstico? ¡Parpadea en rojo! Eso, en mi terra, significa fallo de sistema. Déjame echar un vistazo, que de esto entendo.
Antes de que Vader pudiera reaccionar, Manolo se agachó y, con un movimiento rápido, le arrancó un cable suelto del pectoral. Un chirrido agudo salió del vocoder de Vader.
— ¡¡AAAGH-KSSHHH!! MI SISTEMA DE… REFRIGERACIÓN AUXILIAR… —su respiración se volvió entrecortada.
—¡Lo sabía! ¡Ese cable iba a la ventilación del CPU! Sin flujo de aire, te recalientas. Típico de los diseños made in USA (o galaxia, o lo que sea). Todo style y nada de sentidiño práctico —Manolo sopló dentro del conector y volvió a enchufarlo, pero al revés—. Así, mellor. Circulará el aire en sentido antihorario, que é máis natural.
El traje de Vader empezó a hacer cosas extrañas. Las luces parpadearon en verde y naranja. El respirar se mezcló con una melodía de "Asturias, patria querida".
—¿QUÉ… HAS… HECHO…? MI… VOLUNTAD… SE… DILUYE… —tartamudeó Vader.
—Te he feito un reset de fábrica a la española —dijo Manolo con orgullo, dando un trago y eructando con autoridad—. Eso es la cerveza, buena. He desconectado el chip del drama y he activado el modo supervivencia en mercadillo.
Agora en vez de matar xente, lo que vas a querer é regatear el precio de las naves y criticar la obra pública imperial. Ven, siéntate, que te explico por qué la Estrella de la Muerte era un derroche de materiais y con ese presupuesto se facían cinco polideportivos y sobraba para ferias — ofreció a Vader una lata de cerveza—. ¿Quieres una? Te calmará los nervios.
Darth Vader, Lord Sith, Amo Oscuro de la Galaxia, se dejó caer en un sillón hecho de un asiento de SEAT 600.
—Yo… construí… un droide… a los nueve años… —farfulló, débilmente.
—¿Y eso? ¿Para qué? ¿Para que te ayudara con los deberes? Mira, los niños tienen que jugar en la calle, no construir máquinas. Ahí empezaron tus problemas, chaval — dijo Manolo, sacudiendo la cabeza y tomando otro trago.
Vader levantó una mano temblorosa. No para estrangular con la Fuerza, sino para hacer un gesto de rendición.
—Por favor… apaga… el respirar… que suena a… reguetón mal sintonizado…
Manolo, con una sonrisa de triunfo, le dio una palmada en el hombro que hizo clang.
—Ya estás aprendiendo. Lo primero es admitir que tienes un problema. Lo segundo, escuchar a quien sabe. Ahora, ¿te apetece esa cervecita sintética y te cuento por qué los hipermotores son un timo? La clave está en la carburación.
Y así, en una esquina olvidada de la galaxia, el Imperio cayó. No por la Rebelión, sino por el poder superior de la opinión no solicitada, el diagnóstico erróneo, la cerveza templada y los eructos a destiempo.
Darth Vader ahora pasa los días en Pantallazul, ayudando a Manolo a montar estanterías con la Fuerza (aunque Manolo insiste en que el nivel es lo importante) y asintiendo lentamente mientras le explican, entre trago y eructo, por qué el Lado Oscuro es, en el fondo, una cuestión de mala circulación del aire.
La Fuerza, después de todo, tenía un nuevo equilibrio: la luz, la oscuridad… y el sentidiño, bien regado con cerveza.

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